lunes, 14 de marzo de 2011

Krishnamurti:  "Señor presidente y amigos: Se me han enviado muchas preguntas, y me propongo contestar esta tarde tantas como me sea posible.
Todas estas preguntas han sido redactadas de nuevo, pero se ha conservado de ellas lo substancial. Algunas preguntas eran repetidas, y nos pareció que sería mejor combinarlas y escribirlas de nuevo y hay aquí unas 15 ó 16 preguntas. Pero antes de darles respuesta, desearía decir algo.
A través del mundo está tornándose cada vez más evidente que el educador necesita que se lo eduque. No es cuestión de educar al niño sino más bien al educador, pues él lo necesita mucho más que el alumno. El alumno, después de todo, es como una tierna planta que ha menester de guía, de ayuda; pero si el que brinda ayuda es incapaz, estrecho, fanático, nacionalista y otras cosas más, es natural que su producto sea lo que él es.
Paréceme, pues, que lo importante no es tanto la técnica de lo que se ha de enseñar, que es secundaria, lo que tiene primordial importancia es la inteligencia del propio educador. Bien sabéis que, a través del mundo, la educación ha fracasado, porque ella ha producido las dos guerras más colosales y destructivas de la historia: y, puesto que ha fracasado, el mero hecho de substituir un sistema por otro paréceme absolutamente inútil. Si existe, empero, una posibilidad de cambiar el pensamiento, el sentir, la actitud del maestro, entonces podrá tal vez surgir una nueva cultura, una nueva civilización. Porque es obvio que esta civilización tiene probabilidades de ser completamente destruida; la próxima guerra acabará probablemente con la civilización de Occidente, tal como la conocemos.
Tal vez en este país seremos también afectados por ella de un modo profundo. Pero en medio de este caos, de esta miseria, confusión y lucha, resulta por cierto extraordinariamente grande la responsabilidad del maestro, ya se trate de un empleado del gobierno, de un instructor religioso o del que imparte mera información; y los que, teniendo la educación como medio de vida, no hacen más que medrar con ella, a mi modo de ver no tienen lugar alguno en la estructura moderna de la sociedad, si es que un orden nuevo ha de crearse.
Nuestro problema, pues, no es tanto el niño, el muchacho o la niña, sino el maestro, el educador: éste necesita mucho más que el alumno que se lo eduque. Y educar al educador es mucho más difícil que educar al niño, porque el educador ya está definido, fijo. Su función es raramente rutinaria. porque en realidad no le interesa el proceso del pensamiento, el cultivo de la inteligencia. No hace más que impartir la instrucción; y un hombre que sólo brinda informaciones cuando el mundo entero cruje en sus oídos, no es ciertamente un educador.
¿Pretenderéis decir que la educación es un medio de vida? Considerarla medio de vida, explotar a los niños para provecho de uno mismo, a mí me parece sumamente contrario al verdadero propósito de la educación..."




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